Kanako
Todos los años me prometo lo mismo… que la
próxima vez voy a llevar menos cosas. Que la próxima vez voy a llevar sólo lo
indispensable. Que la próxima vez… Pero esa vez no llega nunca. O mejor dicho,
sí llega pero yo vuelvo a hacer lo mismo de siempre, cargar y cargar las valijas
con ropa que después no llegamos a usar.
Jamás logro mi cometido, porque aunque sólo
se trate de una escapada de fin de semana, siempre termino llevando cosas como
para unas vacaciones de un mes.
Y es que llegado el momento de armar la
valija, me cuesta mucho elegir. Tiendo a creer que justo “eso” que decida no
llevar, va a ser lo que realmente necesite.
El momento de la auto-promesa siempre llega
cuando tenemos que volver, y yo no logro cerrar la valija… “¡¡¡¡¿Para qué traje
tanto?!!!!!”.
Y una vez que llego, que la desarmo, que la
mitad de las cosas vuelven a ocupar su lugar en estantes, cajones y perchas sin
haber sido usadas, me quedo tranquila de que la próxima vez lo voy a intentar.
Aunque, por dentro, ya sé muy bien que eso es casi imposible. Creo que en lugar de soñar con cambiar viejas costumbres, mejor va siendo hora de aceptar que eso de ir livianita de
equipaje… ¡definitivamente no es lo mío!
Y hablando de equipaje... El blog y yo nos tomamos vacaciones. ¡Nos vemos en unos días!
A nosotros nos pasa algo parecido, aunque conseguimos reducir el equipaje de los cuatro, cuando llegamos siempre hace el clima contrario, si llevamos abrigo hace calor, si llevamos ropa ligera hace frío. Al final siempre acabamos comprando ropa, que no podemos traer por falte de espacio. Así que la ropa vieja se queda allí o compramos otra maleta. Creo que lo mejor es que vayamos con lo puesto.
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