Madmoiselle C
Creo que una de las
cosas que más me sorprendió de la maternidad fue la capacidad de poder seguir
haciendo tantas cosas a pesar del enorme cansancio… De ese cansancio nuevo que
se apoderó de mi cuerpo y lo volvió irreconocible.
Por la época en
que nacieron mis hijas hubiera estado dispuesta a pagar rescate, de haber
servido, con tal de que alguien me devolviera la energía perdida.
No se trató sólo de
aprender a dormir con un ojo abierto y el otro cerrado… Eso hasta fue fácil, les diría.
La parte más difícil fue despertar todas las mañanas sabiendo que mi bebé
y una jornada de veinticuatro horas me esperaban con los brazos
abiertos, y yo ni siquiera me sentía capaz de mantenerme en pie.
¡¡¡Ayuda!!! Eso
es lo que deberíamos hacer las mujeres cuando nos convertimos en madres…
aprender a pedir ayuda. Es la palabra clave
para poder salir adelante cuando la vida se transforma y cambia tanto.
Una intenta
convencerse de que es momentáneo, de que cuando esté más canchera va a
dejar de necesitar manos extras. Sin embargo, con los años, fui
entendiendo que aprender a delegar y a confiar en los demás es casi
indispensable para poder transitar una maternidad feliz, sin morir en el
intento.
Porque los bebés
crecen y sus actividades también. Pediatra, escuela, club, amigos, cumpleaños,
actos, actividades extracurriculares, odontopediatra…
Háganme caso, sé muy bien
lo que les digo…
Ya se acerca fin de
año, así que aprovecho para pedir los deseos de siempre y agrego uno más...
¡¡¡que nunca nos falte ayuda para criar a
nuestros hijos!!!
(Post publicado en "Para Ti Mamá" de diciembre)
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