17 de junio de 2014

"EN BUENAS MANOS"



Ingresamos al mundo de la maternidad sabiendo de antemano unas cuantas cosas. Y es que, muchas veces, la gente se encarga de avisarnos, de adelantarnos y prepararnos para lo que nos irá pasando en cada etapa…

Aunque la realidad siempre termine demostrándonos que una nunca está del todo preparada y que, por suerte, siempre hay cosas que nadie nos cuenta y  que  todavía tenemos la posibilidad de descubrir solas.

Como por ejemplo, la importancia que tendrá esta nueva persona en nuestra vida. Esta persona a la que hasta ahora no conocíamos, a la que llegamos por recomendación de alguien o por obra del destino, luego de una exhaustiva búsqueda (con cásting incluído).

Y es que el pediatra de nuestros hijos, nuestro pediatra, terminará convirtiéndose en alguien muchísimo más importante que un médico.

Por eso, lo fundamental es que nos haya caído bien desde el principio. Lo fundamental es que pueda entendernos, que pueda ver las cosas a través de nuestros ojos y tenga la capacidad de contenernos y tranquilizarnos.

Que pueda escucharnos y le interese lo que le contamos, aunque parezca de lo más intrascendente. Que se haga tiempo para nosotras, y sepamos que está ahí para lo que lo necesitemos.

Si miro para atrás, siempre me veo acompañada por ella, la pediatra de mis hijas...

Ella fue quien me calmó tantas veces desde el otro lado del teléfono y logró que el miedo no me paralizara frente al primer golpe, la primera fiebre alta o algún llanto que no supe cómo consolar.

Ella fue quien  me aconsejó sabiamente frente a cuestiones que parecían complicadas de resolver, y las volvió tan sencillas.
 
Porque, al fin y al cabo, la maternidad es hermosa pero también es difícil y la mayoría de las veces tenemos más dudas que certezas. Por eso, creo, hay que estar muy bien acompañada, dejarnos guiar una vez más por la intuición, y aprender a confiar en esa nueva persona, a la que el solo título de médico le queda demasiado chico. 

(Post publicado en "para ti Mamá" de abril) 





 

2 comentarios

  1. Nuestros hijos nos van enseñando a ser madres y con el tiempo vamos aprendiendo y reconociendo las necesidades de nuestros hijos. Ya más adelante vamos moldeándolos y escuchándolos y así seguimos en carrera para recibirnos de madre, cuando algún día nos convirtamos en abuelas.

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MAIRA G. + ESTUDIO BULUBÚ