22 de octubre de 2013

"IMPACIENTES"

                                                                                                                              Christiane Engel


“Ah, no, eh? Así no que no es justo, no vale”…

“Yo me pasé horas enteras con la espalda encorvada tomándolas de las manos, hasta que se sintieran seguras para caminar solitas”.

“Yo preparé las primeras sopas y purecitos, y me banqué escupidas y caras horribles, intentando ir educándoles de a poco el paladar”.

“Yo me pasé tardes enteras en la plaza, hamacándolas, haciendo tortitas de arena, recibiéndolas al final del tobogán, y mareándome en la calesita”.

“Yo me quedé en un millón setecientos mil cumpleaños de amiguitos y compañeros de escuela, soporté estoicamente animaciones de toda índole y hasta me tiré al piso para ayudarlas a juntar caramelos de las piñatas”.

“Yo me pasé horas sentadita y sin chistar, los primeros días de jardín, mientras ustedes adentro, lejos de angustiarse, pintaban, cantaban y hacían artesanías con masa”.

“Yo las ayudé a armar los bolsos de sus primeros campamentos, y las despedí con una sonrisa, aunque por dentro se me mezclaran el miedo y la alegría”.

“Yo actué en las fiestas de egresados de la escuela, hice a un lado mi vergüenza  y no me importó nada, porque ustedes estaban en primera fila mirándome y no paraban de reírse”.

“Yo las aplaudí de pie, orgullosísima en cada acto, y en cada muestra que participaron”.

“Yo las llevo, las traigo, les compro, las ayudo”… Y ahí me paro en seco, porque esto parece un pase de factura y no es lo que quiero. Por eso no digo nada… Sólo me enojo un poco y repito: “Ah, no, eh? Así no que no es justo, no vale”…

Y ellas, que no están ni enteradas de mi viaje ultra veloz en el túnel del tiempo, se me quedan mirando sin entender la rabia que me carcome por dentro.

“¿Tanto les cuesta tener que volver a explicarme cómo funciona este bendito celular?”.

Y una que siempre les tuvo tanta paciencia...




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