"APRENDER A DISOCIAR"

                                                                                                                 Viviana Bilotti

Estoy en el medio de una reunión de trabajo importante… muy, muy importante.

Intento concentrarme en lo que se está hablando. “Tengo que comprar un cuaderno, poner la plata para las fotos de la escuela en los sobres, y acordarme de hablar con la profesora de inglés”... pero los pensamientos se me van para cualquier lado. Veo que todos asienten, que todos están de acuerdo en algo que yo ni siquiera llegué a escuchar.

Me miro la manga de la camisa, está manchada y ni me di cuenta cuando me vestí apurada esta mañana. Debí saber que prestársela para un baile podía tener consecuencias.

En medio de un inmenso silencio vibra mi celular… “Má, mañana a la salida del cole puedo ir a lo de Martina???”. ¿Dónde vive Martina que no me acuerdo? Ay, Martina vive en la otra punta… “No, no podés”, escribo por debajo de la mesa. Pero me olvido  que a esta edad, cada decisión requiere de una explicación acorde, no basta con decir que no y punto, hay que justificarlo. “Dale, má, por qué no puedo ir?” ¿Cómo contarle en un simple mensaje de texto las miles de razones que tengo?

Intento concentrarme en el presente, en lo que está pasando ahora mismo, acá, frente a mis narices, cuando recibo un nuevo “Porfa!”.

Entonces sí, apago el celular y decido prestar atención sólo a esto… a esto que es mi trabajo y que me encanta. Me fascina estar acá... aunque todavía no haya encontrado la fórmula mágica para lograr disociarme, para poder dejar en la puerta de entrada a "la mamá", al menos por un rato.

Pero qué voy a andar deseando imposibles. ¿Es que acaso alguna puede?