Cambiamos. Inevitablemente la maternidad nos cambia para
siempre.
Desde el primer instante en que nos enteramos de que estamos
embarazadas, ya nada vuelve a ser igual. Así se trate de una sorpresa o lo hayamos planificado, el mundo parece
detenerse alrededor, todo cobra otra dimensión. Comenzamos a ver las mismas
cosas con otros ojos.
La noticia nos vuelve contradictorias. ¡Tenemos ganas de salir
corriendo a contarle al mundo entero!... mejor
guardamos el secreto y no lo compartimos con nadie. ¡Tenemos ganas de comprarle
de todo!... preferimos esperar.
Una cosa sí es segura, ya nada es ni será como antes.
De pronto empezamos a interesarnos por temas que ignorábamos por completo, nos volvemos
consumidoras de cosas que jamás hubiéramos comprado, devoramos libros que no
teníamos ni la menor idea de que existían.
Y nos volvemos un tanto monotemáticas. Ninguna otra cosa nos
interesa más que “esto” que nos está
sucediendo.
Un montón de sensaciones nuevas en el cuerpo nos atraviesan y tenemos la sensibilidad a flor de piel.
Lloramos... Las lágrimas aparecen ante cosas mínimas que
hasta ayer ni registrábamos.
La misma canción que ya habíamos escuchado mil
veces, hoy nos desestabiliza. Todo parece tener el don de emocionarnos.
Nos consolamos creyendo que es obra de la revolución hormonal en la
cual estamos atrapadas, que seguramente terminará después del parto. Pero un día cualquiera, el menos pensado,
comenzamos a sospechar que no será así.
Porque cuando nos sonría, o se largue a caminar, cuando le
festejemos el primer cumple, o se anime a quedarse en el jardín, cuando aprenda a leer, o baile en un acto de la escuela… Cualquiera de esos días, se nos volverá a caer
un lagrimón y terminaremos aceptándolo… Cambiamos. Inevitablemente y para
siempre.
(Post publicado en "Para Ti Mamá" de abril)
Cambiamos! Sí que cambiamos!
ResponderEliminarMe siento plenamente identificada con tu post...
Como siempre, es un placer leerte che.
Besotes :-)
Gracias, Pao!
EliminarBesotes para vos.