Mañana es el "Día del animal", así que aquí les comparto la última columna que escribí para "Para Tí Mamá"... porque la maternidad también puede ser perruna o gatuna, no?
Mientras intento escribir esta columna, ella se me acuesta
encima… y yo no la saco.
Jamás me hubiese imaginado que volvería a sentir todo esto,
tan de mamá primeriza.
Esta cachorra juguetona me adoptó desde el primer día y sin
tener que decirnos nada pactamos un acuerdo. Yo le doy de comer, la baño, la
saco a pasear y me ocupo de sus vacunas. A cambio, ella me hace feliz. Me
parece lo más justo.
A veces los buscamos y otras llegan de manera inesperada,
igual que los hijos y, como ellos, tienen el don de despertarnos los sentimientos
más profundos.
Esta “bebé perruna” nos tiene muertos de amor a todos. Con
su “papá” juega a las corridas y a los manotazos, las “hermanas” son las
encargadas de retratar cada cosa que hace y de llenarla de beso, y yo que soy
su “mamá” tengo el trabajo más sucio, y no porque deba limpiar sus necesidades…
que también.
Yo tengo el trabajo más sucio porque como toda buena madre
soy la que debe ponerle los límites y explicarle lo que se puede y lo que no.
Soy la encargada de esconderle el remedio entre la comida, y de distraerla
cuando están por ponerle una vacuna. Soy la que la reta cuando rompe algo y la
que no la deja jugar con el perro grande de la esquina, por miedo.
Sin embargo, cada vez que vuelvo a casa y ella me recibe
como si hiciera meses que no nos viéramos, agradezco el tenerla con nosotros.
Agradezco el haber tenido la feliz idea de que nuestras
hijas crezcan junto a ella. Porque desde que llegó a la familia tenemos más
responsabilidades, claro, pero debo reconocer que nos reímos más que antes y
que hay momentos en que el corazón nos desborda de ternura y de amor del bueno.
¡Feliz día a del animal a ellos, que nos hacen tan felices!
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