“¿Por
qué la señora tiene puestos dos zapatos diferentes?”… preguntó aquella vez mi
hija mayor, intentando que sonara a secreto pero sin lograrlo, en medio de una sala de espera repleta y silenciosa. En una décima de segundo todos los presentes, y cuando digo todos es todos, giraron sus cabezas en busca de lo que su dedito minúsculo señalaba. Efectivamente,
la señora calzaba dos modelos completamente distintos, y ni se inmutó. Pero
yo sí, yo sentía que mi cara iba tomando temperatura y mutaba del colorado al fucsia, mientras mi hija esperaba una respuesta…
y la gente, para qué negarlo, también.
“¿Por
qué la señora de adelante tiene la panza tan gorda?”… preguntó en otra ocasión
mi hija menor, en plena fila del supermercado. Y
yo, más que por ver qué respuesta respetable le daba al respecto, empecé a preocuparme por encontrar una salida rápida, no del asunto sino del sitio mismo... Con unas ganas locas de dejar el carrito ahí, abandonado, y huir
corriendo.
Ay! Las
famosas preguntas incomódas, incomodísimas, hechas con la mayor de las inocencias
y rebosantes de curiosidad.
Y ahí
se encuentra una de pronto, en el momento menos esperado, lidiando con la terrible vergüenza que provocan y no sabiendo qué
responderles. Porque además son formuladas con tal ansiedad, que no pueden ni
aguantarse a que una hilvane dos frases coherentes… “¿Por queeeeé?”.
Hubo
muchas anécdotas de ese tipo, algunas las fuimos olvidando, y las más
graciosas cada tanto salen a la luz…
Y
digo graciosas porque ya pasó mucho tiempo. Si hay algo que aprendi en estos años de ser madre, es que por suerte a la distancia todo
se ve de otro color.
¿Y
ustedes? ¿Pasaron alguna vez por situaciones de ese tipo?
Estando un día en el Hospital Garrahan por unos chequeos a hijo menor, el mayor, de 5 años, se cruza con un nene en silla de ruedas y una pierna llena de clavos y alambres y demás. Lo mira y me dice, "mamá, yo quiero ser robot también", a los gritos, por supuesto, delante de la mamá, obvio.
ResponderEliminarse me escapó una carcajada, y me pongo incómoda de mí misma.
EliminarA mí me pasó exactamente lo mismo. Y encima me quedo con ganas de saber cómo termina... Qué momento!
Eliminarme caigo redonda cuando me pase esto. creo que la cara de pócker debe ser un gran recurso, pero no me va a salir, seguro no me va a salir.
ResponderEliminarviste la respuesta al último comment que dejaste en mi blog? beso.
No, te juro que no sale. Una debería tenerla medianamente ensayada, porque nunca sabe cuándo la puede necesitar!
EliminarYa paso!
Besos.
ufff son geniales! si bien no me pasa todavia con mi hija, lo vivi con mi sobrino. TREMENDO! la peor se la hizo a mi hermano, que estaba con el en un negocio y entra una señora toda operada (nariz, boca, parpados) y tobias de 4, 5 anios en ese momento la mira y le pregunta a mi hno> papa que le paso a esa seniora en la cara? mi hno responde> nada, es una seniora muy linda! y el mocoso retruca> no papa, es muy muy fea! la seniora estaba a 50cm escuchando toooodooooo!!
ResponderEliminarAy, ay, ay!
EliminarHola yo tengo un conocido que es enano (si enano super chiquito) y en un cumpleaños la dueña nos dijo fijate que el nene (x mi hijo) no pregunte mucho... cuando lo ve entrar no pregunto nada pero si se mando un grito MIRA MAMI ESE HOMBRE TAN PEQUEÑITO!!! no sabia donde meterme se que son muy inocentes pero yo queria que la tierra en ese momento me enterrara!!! jajajja besos Mariana
ResponderEliminarY encima lo más probable, es que si le explicás de antemano que no tiene que decir nada, lo diga con más ganas. Sí, querés que la tierra te trague, conozco esa sensación.
EliminarBesos!
jajaja me hacen acordar a mis hermanitas y me reí mucho con sus anécdotas !
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